La vieja humildad

Una cosa por la que lamentarse profundamente es que en medio de un conflicto sólo nos quedemos preocupados por la patota del gobierno. Que sólo miremos el porcentaje de retenciones. Que sólo estemos atentos a los efectos de superficie de un debate sobre la justicia y sus fronteras. De este modo, el debate queda marginado a cuestiones técnicas o de orgullo, cuando ni siquiera las formas son respetadas.
Pregunta: tú simple mortal ¿no crees que si el debate hubiera pasado por el congreso de la Nación se hubiera por lo menos evitado, amortiguado y resuelto el conflicto con la famosa legitimidad que tanto le preocupa a nuestra reina? A veces damos la sensación de no habernos dado cuenta del retorceso que hicimos, que nos llevó a edades primitivas. Y tenemos que, una vez más, como gallardos caballeros solicitarle al rey que extienda unas cartas de privilegios al pueblo y soñar con algún día conquistar instituciones que nos permitan ser iguales y libres. (Continúa en Leer Más)

A su vez, pareciera que el conflicto fuera sólo del gobierno. Que fuese mentira que la equidad sea la causa formal del Estado. Que la «vida buena» esté relegada a indicadores macro económicos y que la dignidad de cada individuo esté ahogada en cifras del INDEC. Nos quedamos en la intución de que el campo es un sólo individuo descendiente de una misma y sola genética. Que mientras nos inutilizan el país plantando soja tengamos que quedarnos de manos cruzadas.

Es lamentable que los sectores en conflicto con el gobierno descrean igualmente de la democracia, siendo cómplices de estas teatrales instituciones y pretendan dialogar en un cuartucho de la Casa Rosada, reemplazando el debate democrático por la charla. Para ponerlo en clarito: reemplazar las urnas por los sobres.

Señoras y señores: hay un congreso!! Nos lo ganamos!! Tuvimos una guerra de independencia y una guerra civil que se prolongaron por casi 70 años para ponernos de acuerdo en una constitución que garantice que las voces del interior y las de todo el pueblo argentino sean escuchadas en un foro democrático e institucional. Recordemos que, para llegar a donde estamos no murieron tan solo 30.000 sino que miles de hermanos dejaron su vida en 200 años de historia. Pero ahora, con la sucesión dinástica (vieron que era cierto, y ahora crean esto también: en el 2011 vuelve Néstor), volvimos a la época del virreynato.

No sólo porque el gobierno funcione de plumazo en plumazo, sino también porque nosotros dejamos de creer en que las cosas pueden ser de otra manera y reclamamos porcentajes en lugar de libertades y derechos. Cada vez se ve con mayor claridad que si no volvemos a creer en las utopías estamos perdidos. Termina, en el arrojo de una demoledora descripción de nuestras peleas de pacotilla:

La vieja humildad era una espuela que impedía al hombre detenerse; no un clavo en su zapato que le impedía proseguir. Porque la vieja humildad hacía que el hombre dudara de su esfuerzo, lo cual lo conducía a trabajar más duro. Pero la nueva humildad hace que el hombre dude de su meta, lo cual lo conduce a cesar su esfuerzo por completo.

A la bandera le dice juguete y luego increpa a los opresores de Polonia o de Irlanda porque les han quitado su juguete. El hombre de esta escuela, primero va al meeting político donde se queja de que a los salvajes se les trata como a bestias; y luego toma el sombrero y el paraguas y se va a un meeting científico en el que prueba que los salvajes son verdaderamente bestias. Abreviando, el revolucionario moderno, siendo infinitamente escéptico, siempre está ocupado en minar sus propias minas.

(no pongo la cita para dejar volar libremente su imaginación)

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Bla

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