Je est un autre
Publicado: 22/02/2010 Archivado en: pastiche Deja un comentarioCuando uno cae bajo el imperio de las redes sociales no sabe muchas cosas. No hay un manual de instrucciones con páginas amarillentas que le indiquen a uno lo que «no puede hacerse». Te entregás, entonces, a una dinámica de velocidad apabullante que se sirve acompañada de altas dosis blancas de frivolidad y eufemismos.
Contar lo que estás pensando supone, de este modo, un streaptese virtual en el que cada prenda que se quita conlleva un efecto concéntrico de opiniones y comentarios con los que no contábamos. Uno termina viéndose como otro. Desde los ojos del otro. Y el doble filo de esa hoja es peligroso.
Por eso, cuando publiqué cierto pensamiento relativo a la autorreferencialidad de la gente me quedé de piedra al comprobar, minuto a minuto (tipo raiting), que muchas gente se daba por aludida. Personas en las que no había ni reparado a la hora de soltar semejante barbaridad.
A la afluencia de comentarios siguió otra no menor de preguntas y llamadas en las que con ojos vidriosos me exigían que les explicase si esa frase había ido por ellos. De más está decir que no supe qué hacer. No había sido consciente de la propagación de dardos al amor propio que mi comentario impulsivo había generado.
Por otro lado, es interesante observar de qué modo reaccionaron algunas personas ante la «acusación genérica» de autorreferencialidad constante. Y cómo aquellas por las que realmente había abierto la caja de Pandora no se enteraron de nada. Ni «me gusta» pusieron. Ja.
Cuestión, cuidado cuidadito con lo que se expresa automáticamente en esa casilla peligrosa e infinita. Lo escrito ya no es de uno, viaja inexorable por las conciencias de tus amigos, generando dudas existenciales a las que, por supuesto, uno no puede responder.
De cualquier modo, es altamente probable que yo misma hubiese preguntando si iba también por mí la molestia por hablar pura y exclusivamente de uno mismo.