Palermosuelo
Publicado: 07/05/2013 Archivado en: pastiche Deja un comentarioLe pidió que la esperara. Un ratito, nada grave. Camina sin pausa pero sin prisa por esas calles que tantas veces había llorado. Hace tiempo le dijeron que un síntoma de que el dolor se va retrayendo es dejar de mirar al suelo todo el tiempo. Es verdad. Pero aun así mira esos adoquines de forma compulsiva porque todavía necesita metérselos adentro, que dejen de ser holográficos.
Sabe que está perdida por solo unas calles y le importa más bien poco. Ya llegará. Que la dejen mirar al suelo, eso quiere. Sus botas marrones de gamuza le molestan la perspectiva, interfieren en esa línea descendente que traza entre sus ojos y el suelo como un radar invisible. Se cruza con tres hispters que le miran las piernas mal, con alevosía disimulada detrás de las gafapastas. Se choca con una camarera de esquina antipeatonal y casi estrella una Stella contra ese suelo que no deja de aguijonearla.
Es de noche. Cuántas veces había añorado con el cuerpo esa luz abandonada de políticas públicas. El reflejo sobre los adoquines ya se le convierte en espejo y no puede más que huir hacia adelante ignorando la modernidad de un tiempo que se desfasa de un lugar. Reconoce la esquina de esa tienda de lámparas molonas que ya están apagadas y sin nada nuevo que decir. Dobla.
Sabe del tamaño de sus ojeras, le pesa el cansancio del día. Camina más lento y cruza por el medio de la calle, se le diluye la obsesión europea por las esquinas correctas. Le da igual. Ya no ve sus botas marrones, los detalles del suelo han dejado ese gris homogéneo para llenarse de relieves que son de ella, propios.
Ahora sí levanta esos ojos morenos y grandes que han sido fecundados otra vez por esa ciudad. Toca el timbre. Recuerda algunas cosas tipo marco histórico, se ubica. Lo ve bajar las escaleras y atravesar el portal. Le da un beso. Clarifica un toque ciertas emociones y relaja las piernas. Está guapa y está bien, pero la calle le tira, no ha sido suficiente. Reconoce -y la hace feliz- el proceso de seguir construyendo de a un día en eso que ha vuelto a ser su lugar en el mundo.