la tragedia de Messi

cuántas veces nos hemos preguntado cómo es un pueblo, si existe una idiosincrasia, una especificidad cultural que sea resultado directo de habitar una misma tierra, hablar una misma lengua o compartir una parte de la historia. hemos aprendido con sangre que no hay respuesta posible para clausurar esa pregunta y entendimos que hay categorías a las que hay que dar muerte si realmente queremos usar la cabeza.

eso no quita que las manifestaciones culturales que construimos de manera colectiva no tengan rasgos que nos atraviesan en nuestros acontecimientos personales y comunitarios dando forma a un determinado lenguaje que, sin saber muy bien por qué, en algún momento de nuestra vida empezamos a entender, lo sentimos compartido, lo internalizamos como alfabeto tribal. pues bien, el fútbol pertenece a este tipo de construcción.

y el fútbol argentino tiene una característica que puede ser rastreada a lo largo de su historia como un patrón fácil de reconocer: queremos líderes. sí, queremos jugar bien, ser campeones del mundo, hacer los goles que pasarán a la historia, tener muchas anécdotas y bardos y vivezas inolvidables pero por sobre todo queremos una figura, un nombre, una historia personal potente y preferiblemente sórdida de la cual se desprendan todas las demás como si fuesen un coro griego construyendo una tragedia constante. el tema con este tipo de líder que clamamos al cielo es que en el fondo no es más que un resguardo emocional, un rincón desde el cual poder señalar al culpable, al victimario de nuestras ilusiones porque tiene nombre, historia, porque es el líder. pero muy pocas veces ocurre que en esa figura entronizada coincidan el talento con aquello que le exigimos: la personalidad, el carácter, los huevos; la locura del genio, en definitiva. Diego fue eso todo junto. un Aquiles para siempre, con su genialidad y sus hybris mezcladas en un loop que no se acabará nunca porque ya lo hemos convertido en leyenda.

pero Diego ya no está y Messi no es Diego. Messi no es Diego y parece que no terminamos de asumirlo, de darnos cuenta cuando juega con la selección. no es un líder, claramente. Mascherano tampoco  lo es, no es el líder que clamamos como receptáculo de todas nuestras aspiraciones épicas aunque tenga más carácter y cante el himno. y no lo va a ser porque no lo queremos a él como líder, lo queremos a Messi porque es el mejor jugador del mundo, gana balones de oro y millones de euros, lo dice el planeta, ¿cómo no va a ser lo que nosotros -los argentinos- queremos que sea si es nuestro, si nació acá? la frustración entonces es tan grande que no se puede ni empezar a explicar. es un dolor en el costado, una herida, una verdadera tragedia. pero nos olvidamos de que en las tragedias los primeros que caen son los héroes. y detrás de ellos queda el tendal de coristas y personajes heridos de muerte, derrotados, solos, porque la historia del héroe está cumplida y ha sido fatal.

quizás sea tiempo de empezar a entender algunos de esos rasgos que nos atraviesan comunitariamente y dejar de pensar según ciertas categorías a las que no terminamos de dar muerte. quizás sea hora de aislar emocionalmente la locura del genio y dejarla ser en su materialización genuina aunque no sea beligerante, potente, hermosa, excesiva. es posible que sea tiempo de crecer un poco, no del todo, pero lo suficiente como para ver que muy pocos genios han sido líderes de los suyos y han pasado a la historia por eso, que más bien ha sido al revés la mayoría de las veces. y que aún así nos han dado su genialidad, se la hemos extraído, fagocitado, apropiado para la tribu y, en ese acto, nos hemos hecho todos un poco extraordinarios. imaginemos por un segundo esa operatoria de humildad colectiva, esa autoconsciencia que permita ver lo que el otro realmente nos está dando, su forma particular de heroicidad, su parte de la tragedia en la que sí puede operar el destino para convertirnos a todos en vencedores.

más allá de lo que representa el fútbol, no sé exactamente cuáles son esos rasgos que nos unen en sus manifestaciones culturales y nos hacen llamarnos argentinos. puede que no sean más que deseos que de repente se vuelven comunes y se hacen fuertes y gritan. tampoco sé si Messi seguirá jugando con la selección y si eventualmente aparecerá el líder que clamamos. lo que es indiscutible es que ahí, delante de nuestros ojos, tenemos una tragedia, sí. pero también tenemos un héroe. y si lo dejamos caer porque no hay suficiente locura en su genialidad, entonces la fatalidad la estamos escribiendo entre todos.



Bla

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